Era todo fino, de canal justa, de cuerna a modo de manillar de bicicleta, para los más duchos, abiertito de sienes, de mazorca blanca y pitón astifino y negro.
Me agaché para presenciar un combate tan antiguo como el tiempo: un choque de cuernas seguido de una sucesión de embestidas que terminan con la precipitada huída del vencido.