En las niñas, por el contrario, reprimimos las manifestaciones de agresividad, de ira, y también de placer, exaltando las de ternura, dolor y sufrimiento.
Procuremos exaltarnos poéticamente para juzgar a un idealista y demostrémosle que su sueño es mezquino, trivial, no lo bastante extravagante o magnífico.