Su marido fingía una impavidez de sabio, pero a veces medía a escondidas las gavillas de fichas con una cinta métrica, y les mandaba noticias a sus hijos.
En los primeros muletazos repitió el bravucón su agresividad pero el diestro le ganaba terreno, pasándose de cerca los pitones con pinturera impavidez.