El metodismo de aquellos tiempos, por consiguiente, estuvo caracterizado por tres fases o énfasis sobresalientes: santidad de vida, abundancia de gozo en el corazón y contagioso fuego evangelizador.
El metodismo aspiró desde un principio a ejercer una misión sobre las masas, mediante la sistematización de la conducta... pero a través de la fuerza del sentimiento.